Ensayo de una noche

Las luces estroboscopicas en las paredes, las risas en el aire y los olores en mi nariz. La copa en mi mano es mi acompañante, he venido a probar suerte. Es de los lugares donde no importa más que el desenfreno, y eso me gusta. Esto es lo más cercano a una casería de humanos, claro que el premio es tener a tu victima con vida y hacerla tuya.

Viene un trago, aun hay tiempo de largarse de aquí. Segunda copa, tiempo de recapacitar que estoy haciendo aquí. Tercer trago, tal vez me quede. Cuarto, un par de sonrisas me convencieron de quedarme.

Aquí los mandamientos de cualquiera son quebrantados, de eso se trata. No se trata de cálculos conjugados ni análisis de probabilidades, se trata de osadía y riesgo. Las noches parecen ser la mentora de los “unconscious”, la luz tenue de las noches no permite los excesos de neuronas, por el contrario, hay que apaciguarlas con sustancias. La sobre producción de pensamientos puede llevar a un cataclismo neuronal y que martirice la existencia y convivencia del individuo.

Las noches son terapéuticas para todos los “conscious” que pasan sus días buscando explicaciones. Son ellos los que prevalecen por los días, todos ellos que se mueven en la metrópolis para dar vida a la mole de materia muerta que conforma nuestra conformidad. La misma naturaleza recomienda este ciclo, día-noche, no se puede mantener en constantemente movimiento nuestros impulsos “electroneuronales”, a que evitar el sobre calentamiento, así como la noche enfría la tierra.

Aunque no sé decirles si todo “conscious” es un “unconscious” o viceversa; o tal vez simplemente son especies diferentes, reinados independientes, cual películas de terror, los mortales que salen pacíficamente por los días y los vampiros que se adueñan de las noches en busca de mortales para convertirlos en los suyos. Lo cual me pondría en la disyuntiva de decidir cuál de los dos soy, y aunque por el momento estoy bajo los regimientos de la falta de definición que implica la oscuridad parcial de la Luna, cruzar de un lado a otro representa un problema. Es un riesgo.

Lo bueno es que el adormecimiento neuronal de todos, y mío también, no facilita la diferenciación de ambos bandos.
Tal vez la diferencia radica en la intensidad, por el día los rayos cae a plomo sobre las cabezas y por las noches con tenue ligereza se colocan sobre las mismas.
Decimo trago, ya no sé ni que quiero hacer.

Todos son felices, todo es júbilo. Los días no permiten esta dicha, los días son contrastes, luminosidad y por espontanea angulación unas sombras que parecen rebeldes. En cambio las noches son todas parejas, aunque la Luna es un tanto humana con variantes cambios cíclicos, pero por semanas la oscuridad es la misma, los temerosos encienden sus luces amarillas y los “unconscious” las luces estroboscopicas que hipnotizan a los mas encasillados “conscious”.

Decimoquinto trago, ya ni pensar es bueno, me entrego.

Esa fiesta sí que estuvo buenaaaaaaaaaa!